La sirena es una figura de naturaleza fantástica cuyo mito nace en la Antigüedad. La
etimología del término se ha puesto en relación con el vocablo púnico sir –canto– y el semítico seiren
–hembra que fascina con sus cantos–. Su principal atractivo era su seductor canto de amor que ejercía
sobre quien lo escuchaba una atracción fatal . Nació como símbolo de los peligros que entraña el
abismo marítimo, pero en la Edad Media se asoció a la lujuria, la tentación y los peligros que encarna
la sexualidad , porque eran seres volátiles como el amor, además de encarnar la falsedad, el engaño y
la inconstancia.
Atributos y forma de representación
La sirena es un ser híbrido con cabeza de mujer y cuerpo de ave en el caso de las sirenas-pájaro. Pero también puede tener cuerpo de mujer que desde la cintura se metamorfosea en pez rematando en una aleta caudal. Estas sirenas pisciformes se caracterizan por su larga cabellera y torso desnudo donde, en algún caso, pueden asomar alas cuando se mezclan plásticamente los conceptos de sirena-pájaro y sirena-pez.
Pueden portar instrumentos musicales que aluden a su canto mortal entonado con su
voz cautivadora, también pueden sujetar algún pez o gran caracola haciendo alusión al medio
acuático en que viven. En algunos casos se las representa alimentando a sus crías6
. Y a partir
del gótico su atributo más común fue el espejo y el peine dando lugar al tipo iconográfico de
las sirenas coquetas7
, porque el peine actuaba como símbolo de la seducción femenina y el
cabello era un medio de seducción.
Son seductoras y ambiguas, porque no pueden satisfacer las pasiones que suscitan,
ligando a su función erótica la funeraria. Se las consideraba aves de almas porque tenían la
facultad de atraer a otras almas a la perdición produciendo una agonía ante la muerte y en el
mundo helenístico eran tenidas por divinidades del más allá que cantaban a los muertos en la
Isla de las Bienaventuranzas.
La sirena-pájaro fue la tipología más frecuente desde la Antigüedad hasta la Alta Edad
Media. Su apariencia podía responder a dos modelos: cabeza de mujer y cuerpo de ave, el tipo
más difundido, que podía presentar una variante en la que la figura tenía un largo cuello, o
cuerpo de mujer hasta la cintura y parte inferior volátil, menos difundidos pero con
antecedentes en la plástica de la Antigüedad. En las fuentes literarias, aunque son ambiguas
en las descripciones, se identifica a estos seres con esta tipología, incluso se les asignaba
puestos fijos en las islas o rocas desde donde entonaban su canto seductor.
La sirena-pez, con la parte inferior pisciforme y cola única tuvo como modelo las
tritonisas, compañeras de los tritones en el thíasos marino. Su aspecto es más seductor que el
de las sirenas-pájaro y es por ello por lo que éstas están asociadas a símbolos demoniacos,
mientras las pisciformes se vinculan a la lujuria.
Fuentes escritas: Ovidio
Las fuentes literarias del mundo griego presentan a las sirenas como seres marinos
cuya genealogía no está muy clara. Unas veces pasan por ser hijas de la musa Melpómene y
del dios-río Aqueloo, otras atribuyen su maternidad a Estérope y en otros casos se suponen
nacidas de la sangre de Aqueloo cuando fue herido por Heracles. También se atribuye su
paternidad al dios marino Forcis9
. Su metamorfosis en seres híbridos se produjo como un
castigo de Deméter al no impedir que Perséfone fuese raptada por Hades, lo que les otorgó un
carácter funerario. Además de cantar podían tocar diversos instrumentos, como la flauta –
vanidad–, la lira –lujuria– o la viola –engaño–
10
.
Aunque no se precisa su número, en algunas fuentes se citan tres, dos de las cuales
erguidas inmóviles en sus rocas sedujeron a Ulises con su melodía, mientras la tercera se
arrojó al mar, hecho significativo desde el punto de vista iconográfico11
.
La primera referencia escrita a estos seres los tenemos en el canto XII de la Odisea,
cuando se narra el episodio en que Ulises, instruido por Circe, tapó con cera los oídos de sus
marineros y se hizo atar al mástil de su embarcación para poder escuchar sus cantos sin
sucumbir ante ellos. Después este mismo pasaje lo recogió Ovidio en las Metamorfosis:
Ven, ¡Oh ilustre Ulises!, alta gloria de los aqueos. Detén tu nave a fin de que
escuches mi voz. Ningún hombre ha pasado de nuestra isla a bordo de su negra nave sin
escuchar nuestra dulce voz, sino que se han alejado llenos de alegría y sabiendo
muchas cosas. Sabemos, en efecto, todo cuanto han sufrido aqueos y troyanos ante la
vasta Troya por la voluntad de los Dioses, y sabemos asimismo todo aquello que ocurre
en la tierra nutridora.
Decidme sirenas…¿por qué razón tenéis alas y pies como los pájaros? Sin embargo,
por la cara y por la voz podéis parecer vírgenes hermosas. ¿Es a causa de que
acompañabais a Proserpina cuando fue raptada por Plutón mientras cogía flores?
Después de haberla inútilmente buscado por toda la Tierra, pedisteis a los dioses os
dotase de alas para seguir buscándola por los mares. Vuestras voces fueron escuchadas
y al momento vuestros cuerpos se llenaron de plumas, pero no fuisteis privadas de la
más bella voz del mundo y la seguís conservando con todo el resplandor de vuestra
belleza (Ovidio, Metamorfosis, canto V, III)12
.
Autora: Laura RODRÍGUEZ PEINADO
Universidad Complutense de Madrid
Dpto. Historia del Arte I (Medieval). Extraído de la Revista Digital de Iconografía Medieval, vol. I, nº 1, 2009, pp. 51-63.
e-ISSN: 2254-853X
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