Las gárgolas
Si ya se ha acercado a la catedral de Notre-Dame de París, seguramente habrá detectado, entre la abundante decoración de sus distintas fachadas, entre arbotantes y pináculos, unas extrañas esculturas de aire fantástico. Las gárgolas y otras quimeras forman parte integral de la historia de la catedral y del espíritu del lugar.
Las gárgolas tienen, en primer lugar, una utilidad práctica. El agua de lluvia que corre sobre los tejados de Notre-Dame de París debe evacuarse sin que resbale por los muros, que podrían degradarse. Al lanzar el agua de lluvia al vacío, las gárgolas protegen la catedral y evitan que el exceso de escorrentía cause daños a la piedra. Esa es la diferencia principal entre las gárgolas y las quimeras. Las primeras sirven para evacuar el agua de lluvia, mientras que las segundas tienen finalidad decorativa.
LA FUNCIÓN SIMBÓLICA DE LAS GÁRGOLAS DE NOTRE-DAME DE PARÍS
Las gárgolas, además de proteger el edificio frente a las inclemencias del cielo y evitar que el agua de lluvia no se escurra demasiado cerca de los muros, brindan protección simbólica. Con aspectos a menudo espeluznantes, representan monstruos de bestiarios fantásticos, animales salvajes o domésticos, e incluso hombres. Estos monstruos deben espantar a los demonios y las fuerzas del mar y ahuyentarlos de los muros santificados, que albergan la comunidad de creyentes. También ofrecen una función purificadora, puesto que engullen las aguas sucias y usadas y las alejan de los muros.
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